La aventura comenzó el
martes 21 de agosto. A las 7:30 de la mañana recogí a Iván y emprendimos el
viaje. Sobre las 10:30 paramos a desayunar y a repostar combustible. A las
14:30 llegamos a Cercedilla, concretamente al hostal Ariel. Descargamos las
cosas y fuimos a buscar un bar para comer. Dimos la vuelta por todo el pueblo
pero no vimos nada para comer. Al final tuvimos que comernos un bocata en el
bar de la estación de trenes que estaba al lado del hostal. Inmediatamente
después nos pusimos el uniforme de batalla y emprendimos la salida.
La intención era dirigirse
hacia Navacerrada, pero tuvimos un gran fallo de orientación y tiramos en
dirección completamente opuesta, o sea, que cuando llegamos al pueblo que
creíamos que era Navacerrada, pues era Guadarrama. Como nos parecía algo
extraño pues preguntamos, y nos dijeron que para ir a Navacerrada,
concretamente a la Bola
del Mundo, teníamos que llegar a Cercedilla (de donde salimos) y de ahí
dirección al puerto de Navacerrda.
Cómo íbamos bien de tiempo
no tuvimos problemas en hacer el principal objetivo de la etapa, que era subir
el puerto de Navacerrada y el remate final de la Bola del Mundo, pero ya no
pudimos hacer la ruta circular que teníamos planeado. En fin, que nos dirigimos
hacia el puerto de Navacerrada.
A priori no parecía muy
duro, pero a la hora que iban transcurriendo los kilómetros cada vez se hacían
más duros, sobre todo cuando el agua iba siendo cada vez más escasa. De repente
vemos una fuente, la fuente de los geólogos, que parecía tener muy buena pinta,
pero al acercarnos vemos que un compañero de fatiga lleva un buen rato
intentando llenar el bidón porque lo único que echaba de agua era un pequeño
chorrito. Nos dijo que eso no era normal, que siempre echaba un buen caño, pero
ese día… Iván llenó medio bidón, y como se tardaba mucho decidimos seguir y en
la estación de esquí de Valdesqui nos llegamos a un bar y repostamos los
bidones y mi camelbak.
Después de unos minutos de
descanso emprendimos el ascenso a las temibles ramplas de la bola del mundo. Es
un ascenso duro pero que si se hace regulando fuerzas es llevadero y se puede
coronar casi sin problemas, teniendo en cuenta que esos tres kilómetros y pico
tienen un desnivel de casi 400
metros, una pendiente media de casi el 11% y ramplas del
23%. El objetivo era subirlo sin poner pie a tierra, y con paciencia lo
conseguimos. Una vez arriba nos echamos las respectivas fotos y disfrutamos de
las impresionantes vistas. A continuación emprendimos la vuelta disfrutando de
una buena bajada hasta Cercedilla.
Llegamos al hostal, nos duchamos y fuimos a
cenar. Durante la ruta en bici pasamos por el centro del pueblo, donde vimos
que había una gran cantidad de bares de tapeo, pero que en el medio día
desconocíamos. Nos tomamos unas merecidas birras, tapas y un par de buenos
platos de pastas.
A continuación nos acostamos
relativamente pronto, aunque dormimos muy poco ya que nos despertamos varias
veces durante la noche, y una vez que nos despertamos sobre las 6 de la mañana
decidimos levantarnos para continuar el viaje hacia los pirineos.
Metimos las maletas
y las bicis en el coche y sobre las 6:30 continuamos la marcha hacia los
pirineos. Entre las 9:30 y 10:00 de la mañana paramos en una vía de servicio a
desayunar. El sitio era bastante bueno, un autoservicio con muy buena pinta.
Nos tomamos un gran desayuno, lo que nos dio fuerzas para poder hacer un gran
tirón y no parar hasta justo antes de abandonar España, donde paramos en una
bonita y fresca fuente rodeada de montañas, a la que llegó una simpática monja
que nos dijo que las aguas eran medicinales. Repostamos gasoil antes de
abandonar España y continuamos el camino. Llegamos a una estación de esquí y
después empezamos a bajar uno de los grandes puertos que se suben en la QH, el Portalet. Nos dimos
cuenta por qué tiene tanta fama esa carrera, el recorrido es tremendamente
bonito, aunque igualmente larga y dura la subida al puerto.
Después de muchas
horas por carreteras serpenteadas y estrechas llegamos a nuestro destino. Para
recoger las llaves tuvimos que llegarnos a la oficina de turismo que se
encuentra justo enfrente del Carrefour, así que decidimos hacer una pequeña
compra para comer algo. Llegamos a la residencia, comimos e inmediatamente
montamos las bicis para hacer la ruta que teníamos prevista. La ruta que
teníamos pensado hacer era de unos 90 km: Luz-Saint-Sauveur, Lourdes, Campan,
subida al Tourmalet por esa cara y bajada por el puerto hasta Luz. Sobre la
marcha decidimos hacer una ruta semiimprovisada, que al final fue la más bonita
de todo el viaje. Camino de Lourdes vimos una pequeña carreterita que tenía muy
buena pinta y que parecía subir bastante.
Sabíamos que subía, pero no
tanto. Llegamos a la aldea que indicaba al principio, Viscos, lugar pequeño
pero encantador. Preguntamos y nos dijeron que si seguíamos subiendo enlazaríamos
con la carretera que sube a la estación de Luz Ardiden. Fue una preciosa
subida, dura, pero como la subimos despacito y parando de vez en cuando para
echarnos fotos y disfrutar del paisaje, pues no se nos hizo dura. Sobre el km
13-15 enlazamos con la carretera que sube directamente a la estación de esquí.
Llegamos hasta arriba, solo nos faltaban dos o tres km para coronar el puerto,
nos hicimos las respectivas fotos y bajamos directamente hasta
Luz-Saint-Sauveur.
Llegamos a casa minutos
antes de que anocheciera. No hicimos la ruta que teníamos planeado pero fue
mejor. Pensábamos que ya no íbamos a subir el Tourmalet por la cara de Campan,
pero nos dimos cuenta que la ruta planeada para el viernes subía y bajaba el
puerto por las dos caras. El problema iba a ser las fuerzas…
Llegamos a casa,
estiramos, nos duchamos… y nos dimos un pequeño homenaje en la terracita
disfrutando de unos buenos aperitivos viendo las vistas hacia las montañas. Nos
acostamos temprano porque teníamos que estar descansados y con ganas para
afrontar la ruta del día siguiente.
Antes de las 9:00
nos levantamos, desayunamos y fuimos al Carrefour para terminar de hacer las
compras y así tener repuestos hasta el sábado.
Sobre las 11:30
emprendimos la ruta. Para ese día teníamos planeado llegar a Laruns, el pueblo
que está en la parte de abajo del Abisque. Los primeros km eran muy llevaderos,
cuesta abajo, pero sobre el km 20 empezó la parte dura de la etapa. De repente
empezamos a coronar el primer puerto del día, el Soulour, no muy duro al
principio pero interminable, aunque muy bonito, rodeado de valles, montañas y
pueblos pintorescos. Prácticamente en mitad de la subida vimos como un ciclista
que iba bajando tuvo un accidente. Paramos, le preguntamos, pero al no hablar
francés ni él español pues no pudimos comunicarnos, aunque a pesar de la gran
caída no parecía que se había hecho mucho daño. El primer coche que pasó paró
para ayudarle, aunque el hombre se levantó por sus propios pies y metieron la
bici en el coche, y supongo que se dirigieron al médico u hospital.
Poco antes de
llegar al km 50 coronamos el puerto, habiendo pasado previamente por una
estación de esquí y un pequeño paso acompañado de túneles y un acantilado, lo
cual nos dejaba unas vistas inmejorables. En la cima del puerto nos echamos las
respectivas fotos, unas de ellas con unas gigantescas bicis, muy llamativas. A
continuación emprendimos la bajada del Aubisque, el cual lo subiríamos después
de comer. Por ese motivo no disfrutamos mucho de la bajada, porque íbamos pensando
que todo eso que estábamos bajando lo teníamos que subir. La bajada se hizo
interminable, y en muchas ocasiones había rampas donde la bicicleta cogía
velocidades muy altas. Llegamos a Larouns y tuvimos la suerte de encontrarnos
una de las muchas furgonetas que hay por los pirineos que ponen todo tipo de
comida. Nos tomamos una buena ensalada y un gran bocata de filete de pollo
acompañado con una salsa vinagreta muy jugosa. Justo después de comer, sobre
las 15:30 iniciamos la segunda parte de la ruta, o sea, volver por donde
habíamos venido. Gran parte de esta segunda mitad de la ruta era bajada, salvo
los últimos 18 km
que picaban para arriba. Pero lo que nuestras mentes temían verdaderamente no
era esa pequeña subida, ni que se hiciera de noche, ni que nos quedáramos sin
agua… sino cómo afrontar esa gran subida de casi 20 km. Nos pusimos manos a la
obra, distrajimos nuestras mentes y empezamos a subir a un ritmo tranquilo pero
sin pausas. Sin darnos cuentas llevábamos más de la mitad del puerto, y una vez
hecho la mitad está hecho lo más duro.
En realidad no se nos hizo
nada de pesado e incluso lo disfrutamos enormemente. Personalmente tenía muchas
ganas de subir este puerto porque cuando lo vi en el tour de Francia de este
año pensé que tenía que ser de los puertos más bonitos, y efectivamente así
fue. Todo el recorrido estaba completamente rodeado de montes, valles y en
muchas ocasiones nos encontrábamos animales en nuestro paso: vacas, ovejas,
alpacas… y teníamos que tener cuidado porque los coches tenían que tener que
parar porque normalmente estaban en medio de la carretera.
Al coronar el puerto
decidimos no parar porque en la ida paramos en una de tantas fuentes que había
por el camino, así que empezamos a bajar hasta llegar a la fuente. Repostamos y
continuamos la marcha. Pensábamos que lo que quedaba era coser y cantar, y casi
que lo fue. Afrontamos una gran bajada, la cual disfrutamos mucho, pero después
tuvimos que afrontar los últimos kilómetros de subida, con poco desnivel pero
constante. Poco a poco lo conseguimos y llegamos a Luz-Saint-Sauver
prácticamente a la misma hora que el día anterior, pocos minutos antes de que
anocheciera, con 130 km
y con un desnivel de 3000
metros.
Igual que el día
anterior, estiramos bien, nos duchamos y nos dimos un pequeño homenaje en la
terraza de la residencia. Pero esta vez no comimos pizzas, sino pastas, ya que
al día siguiente nos quedaba la etapa más dura. Después de comer nos quedamos
un rato en la terraza disfrutando de la agradable temperatura y de la victoria
cosechada, y sobre las 12 de la noche nos acostamos.
El viernes nos levantamos
sobre las 9 de la mañana, e igual que los otros días, desayunamos y emprendimos
la ruta. Para ese día teníamos planeado hacer la etapa reina: subir el
Tourmalet, bajarlo, subir el Aspin, dar una vuelta circular por esa zona, bajar
el Aspin, subir el Tourmalet y bajarlo.
Al levantarnos nos
dimos cuentas que las piernas estaban ya pesadas, pero yo le decía a Iván que
cuando lleváramos unos km de subida ya irían como nueva. Esa frase me la
recordó varias veces durante esa ruta y en los días posteriores.
Desayunamos y emprendimos la
salida sobre las 10:15. Nada más salir de casa nos enfrentamos a la “temida”
subida del Tourmalet por la cara de Luz-Saint-Sauveur, una pequeña subidita de 20 km para ir entrando en
calor. Coronamos el puerto y nos echamos las respectivas fotos con el cartel
del puerto y el gran ciclista y su bicicleta que están al coronar el puerto.
Después de un rato emprendimos la bajada. Igual que el día anterior, no
disfrutamos mucho de la bajada porque sabíamos que después teníamos que subir
todo lo bajado. Después de un rato de bajada llegamos a Compan sobre las 13:30.
Estuvimos debatiendo si continuar con la ruta o emprender la subida directa por
el Tourmalet. Comimos en Compan y después llegamos a la conclusión que ya que
estábamos allí merecería la pena de hacer la ruta programada. A Iván no le hizo
mucha gracia pero me hizo el favor de continuar con la ruta, aunque en la parte
final de la ruta…
Continuamos la ruta
y empezamos a subir el Aspin. Afortunadamente la subida era tendida pero con un
porcentaje muy llevadero. En esos momentos estábamos contentos de haber
continuado con lo planeado. Cuando quedaban unos pocos km para coronar el
Aspin, el garmin me decía que teníamos que desviarnos a la derecha para coger
por otra carretera, que seguramente bajaba para luego coronar el Aspin por la
otra cara y luego bajarlo porque estábamos subiendo. Decidimos no hacerle caso
al garmin y seguimos hasta coronar el puerto. Los últimos km si que fueron
duros, con km con pendiente como los demás puertos, el 7, el 8 o el 9%.
Coronamos el puerto, nos echamos las respectivas fotos y decidimos bajar para
salir por donde el garmin nos indicó que nos teníamos que desviar. Pero al modificar
la ruta el garmin ya no nos indicaba correctamente. Bajamos el Aspin por la
otra cara. Una gran bajada, muy bonita y con una gran elevación. La disfrutamos
mucho porque no pensábamos que teníamos que subirla, pero al llegar abajo del
todo, al pueblo, Arreau, preguntamos que cuál era el camino más cercano para
llegar a Campan, y nos dijeron que era subiendo el Aspin.
A mí se me cayó el mundo
encima, pero Iván dijo que no había tiempo que perder porque se nos podía hacer
de noche perfectamente, así que emprendimos la larga y dura subida el puerto.
Yo no iba mal de piernas pero si iba cabreado. Iván decía que lo malo no era
subir este puerto, sino el Tourmalet, y yo le decía que primero este y luego el
otro. Hicimos cálculos y comprobamos que no llegábamos de noche a casa. Y si
subimos a un ritmo cómodo pero constante no tendríamos problemas. Así que
empezamos a subir poco a poco, kilómetro a kilómetro, y al poco tiempo ya
habíamos subido más de la mitad del puerto. Y una vez hecho la mitad… Coronamos
el puerto, bajamos el Aspin y poco antes de las 16:00 llegamos a Campan, donde
nos tomamos un refresco y repostamos agua en una fuente. Ya “sólo” quedaba
subir el Tourmalet por la cara de Campan. Por esta cara son unos 17 km, unos 2 menos que por
la cara de Luz, pero los últimos km de esta cara son más duros que por la otra.
Pero los primeros km son mucho más suaves.
Empezamos a subir a un buen
ritmo, Iván puso música en su móvil para distraernos un poco. La subida a este
puerto es muy progresiva, va de menos a más, y si encima llevábamos ya varios
días de bici y casi 100 km
en la ruta de hoy… Al llegar a la estación de esquí de la Mongie tuvimos que parar en
un supermercado para comprarnos alguna bebida isotónica, algo para comer y
periódico para afrontar la bajada puesto que estábamos empapados en sudor,
aunque apenas había nada. De la
Mongie hasta coronar el puerto es la parte más dura del
puerto. Cada km que veíamos tenía una pendiente media del 9, del 10 o del 11%.
Los últimos km se nos hicieron eternos. Aquí sí que me acordé de cuando
estuvimos dudando para acortar la ruta, y en ese momento me arrepentí de “haber
convencido” a Iván para continuar. Pero con coraje y poco a poco pudimos
coronar el puerto, en torno a las 20:10 de la tarde. Una vez arriba nos echamos
más fotos y disfrutamos de la victoria conseguida. Ahora si había valido la
pena todo el esfuerzo realizado. Ahora tocaba disfrutar de la última bajada por
los pirineos.
A priori el tiempo se veía
muy bueno, despejado y sin frio, pero al bajar unos dos km el tiempo cambió de
repente. Mucha niebla, nublado, frio e incluso lluvia. A los pocos km de
empezar la ruta por la mañana me encontré un chalequito del decatlón en la
cuneta. Lo cogí aunque no pensaba ponérmelo, y sin embargo me dio a última hora
muy buen uso. Para soportar mejor el frio hicimos parte del descenso detrás de
una caravana, para que nos cortara el aire frio, y en realidad nos ayudó mucho.
Prácticamente casi
de noche llegamos a casa, después de 125 km y un desnivel acumulado de 4000 metros. Parecía
mentira pero lo habíamos conseguido.
Llegamos a casa,
estiramos, nos duchamos, cenamos y descansamos lo que pudimos para emprender al
día siguiente el viaje a Andorra.
Sobre las 8:00 nos
levantamos. Desayunamos, cargamos las bicis y maletas y emprendimos el viaje.
Yo pensaba que en unas tres horas llegaríamos, pero me equivoqué en casi dos
horas, ya que la última parte del viaje fue por carretera estrecha y
transitada. Pero a pesar de todo llegamos al hotel sobre las 14:00. Dejamos el
coche en el garaje del hotel, subimos las maletas a la habitación, nos
cambiamos, bajamos al coche a por las bicis y emprendimos la ruta hacia el
puerto el Collado de la
Gallina para ver la vuelta ciclista a España.
A la salida de Andorra la Vella paramos en una
gasolinera para comprar algo de comer y hacernos unos bocadillos mientras
esperábamos que llegara Contador, Purito, Valverde y compañía. Nada más empezar
a subir el puerto vemos como un hombre con un Audi Q7 nos da ánimos
diciéndonos: “vamos Contadores”. Nos dijo eso porque los dos llevábamos el
maillot de Contador que nos dieron en la carrera de Pinto, y el que nos animó
fue el hermano de Contador, Fran Contador, a quien también conocimos el Pinto.
En ese momento no pudimos hablarle porque íbamos por la carretera y él con el
coche, pero al día siguiente tuvimos la suerte de encontrárnoslo y estuvimos
hablando con él y echándonos unas fotos. Le pregunté que como pintaba la vuelta
y me dijo que iba a ser “pan comido jajajaj”.
El Collado de la Gallina es un puerto que
tiene unos 11 km
y una pendiente media considerable, es un puerto duro, pero para la vuelta
ciclista lo acortaron, dejándolo en unos 7 km. Subimos hasta que faltaban dos km para
llegar a meta, nos quedamos en una curva donde veíamos a lo lejos y hacia abajo
cómo subían los ciclistas. Fue impresionante todo lo que mueve la vuelta, una
gran cantidad de motos de la guardia civil, dos helicópteros, un sinfín de
coches de equipos, de organización, ambulancias… y una gran afición expectante
para ver a los héroes.
Llegaron los
ciclistas, Contador y Frome escapados y justo después Purito y Valverde. Poco
después Frome se quedó y Contador se quedó con Purito y Valverde. Volvió a
atacar, se quedó solo, y cuando parecía que nadie le podía quitar la victoria
llegaron por detrás Purito y Valverde como unas motos y le arrebataron la
victoria justo antes de rebasar la línea de llegada.
Una vez que pasaron
todos los ciclistas bajamos el puerto y nos dirigimos hacia el hotel. Vimos
como en otros hoteles estaban los autobuses de algunos equipos, y justo debajo
de nuestro hotel estaban los camiones del Rabobank y del Lampre. Estuvimos
viendo como lavaban y preparaban las bicis para la etapa del día siguiente.
Iván y yo nos quedamos embobados viendo lo bien que lo hacían y lo ordenado que
lo tenían todo. En los camiones tenían lavadoras, todas las bicis ordenadas y
preparadas…
Llegamos al hotel y
antes de ducharnos fuimos a la piscina a darnos un baño. Después nos duchamos,
descansamos un rato y nos fuimos a ver la ciudad, la cual está llena de
tiendas. Nos tomamos unas tapas y birras en un bar, luego fuimos al McDonald y
luego, de camino al hotel vimos una especie de verbena en una plaza donde la
gente bailaba los bailes típicos del lugar. Justo antes de llegar al hotel
vimos un bingo y decidimos probar suerte. Estuvimos un ratillo pero nada…
Llegamos al hotel y antes de dormirnos vimos la etapa en diferido.
Al día siguiente
nos levantamos sobre las 9:30-10:00. Arreglamos las cosas, dejamos el hotel
pero el coche, ya preparado con las bicis, maletas… lo dejamos en el parking
del hotel para recogerlo más tarde.
Ese día salía la
etapa de la vuelta de Andorra la
Vella hacia Barcelona, así que no pudimos desaprovechar la
ocasión y nos fuimos a la salida para ver el control de firmas. Fue una cosa
que no había visto nunca, y la verdad es que me gustó mucho. Vimos
prácticamente a todos los corredores pasar por delante nuestra. Le echamos
fotos a muchos y también nos echamos fotos con algunos. Vimos la salida
neutralizada y justo después fuimos a comer a un bufé libre llamado “Fresco”.
Iván lo conoce porque es una cadena y en Sevilla hay varios. Estaba todo
buenísimo, desde las ensaladas, gazpacho, pastas, carnes, pescado, natillas,
yogurt y helados. Comimos bastante, lo que nos permitió estar 7,5 horas
conduciendo sin parar. Salimos de Andorra sobre las 14:30 y no paramos hasta
pasar Madrid, concretamente en Madridejos, sobre las 22:00.
Tuvimos suerte en el lugar
que paramos ya que las carnes que había tenían muy buena pinta y la hacían en
un horno de leña. Iván quería “comer bien”, tranquilos… pero debido a la hora
que era y que aún nos quedaban unas 4 horas de viaje tomamos la decisión de
tomarnos un bocadillo lo más rápido posible. Pero en otra ocasión pararemos con
tiempo y nos comeremos una gran chuleta acompañada de un buen vino jajajajjaja.
Sobre las 3:30
llegamos a Setenil. Descargamos las bicis, dejé a Iván en su casa… y se acabó
lo bueno.
Magnifico viaje,
magnífica experiencia… viaje lleno de rutas de bici (unos 360 km, con un total
aproximado de 10000
metros de desnivel positivo acumulado y unas 9000
calorías gastadas) pero también intercalado con turismo y con el placer de
poder ver la llegada y la salida de la vuelta ciclista a España 2012.
Ya hemos realizado
el “sueño” de la Bola
del Mundo, los Pirineos y Andorra; ahora a planear el viaje a los Alpes,
jajajajaj
Itinerarios del Viaje: