viernes, 26 de octubre de 2012

Viaje a Navacerrada, Pirineos y Andorra (por Moises Zamudio)


La aventura comenzó el martes 21 de agosto. A las 7:30 de la mañana recogí a Iván y emprendimos el viaje. Sobre las 10:30 paramos a desayunar y a repostar combustible. A las 14:30 llegamos a Cercedilla, concretamente al hostal Ariel. Descargamos las cosas y fuimos a buscar un bar para comer. Dimos la vuelta por todo el pueblo pero no vimos nada para comer. Al final tuvimos que comernos un bocata en el bar de la estación de trenes que estaba al lado del hostal. Inmediatamente después nos pusimos el uniforme de batalla y emprendimos la salida.

La intención era dirigirse hacia Navacerrada, pero tuvimos un gran fallo de orientación y tiramos en dirección completamente opuesta, o sea, que cuando llegamos al pueblo que creíamos que era Navacerrada, pues era Guadarrama. Como nos parecía algo extraño pues preguntamos, y nos dijeron que para ir a Navacerrada, concretamente a la Bola del Mundo, teníamos que llegar a Cercedilla (de donde salimos) y de ahí dirección al puerto de Navacerrda.

Cómo íbamos bien de tiempo no tuvimos problemas en hacer el principal objetivo de la etapa, que era subir el puerto de Navacerrada y el remate final de la Bola del Mundo, pero ya no pudimos hacer la ruta circular que teníamos planeado. En fin, que nos dirigimos hacia el puerto de Navacerrada.

A priori no parecía muy duro, pero a la hora que iban transcurriendo los kilómetros cada vez se hacían más duros, sobre todo cuando el agua iba siendo cada vez más escasa. De repente vemos una fuente, la fuente de los geólogos, que parecía tener muy buena pinta, pero al acercarnos vemos que un compañero de fatiga lleva un buen rato intentando llenar el bidón porque lo único que echaba de agua era un pequeño chorrito. Nos dijo que eso no era normal, que siempre echaba un buen caño, pero ese día… Iván llenó medio bidón, y como se tardaba mucho decidimos seguir y en la estación de esquí de Valdesqui nos llegamos a un bar y repostamos los bidones y mi camelbak.

Después de unos minutos de descanso emprendimos el ascenso a las temibles ramplas de la bola del mundo. Es un ascenso duro pero que si se hace regulando fuerzas es llevadero y se puede coronar casi sin problemas, teniendo en cuenta que esos tres kilómetros y pico tienen un desnivel de casi 400 metros, una pendiente media de casi el 11% y ramplas del 23%. El objetivo era subirlo sin poner pie a tierra, y con paciencia lo conseguimos. Una vez arriba nos echamos las respectivas fotos y disfrutamos de las impresionantes vistas. A continuación emprendimos la vuelta disfrutando de una buena bajada hasta Cercedilla.

 Llegamos al hostal, nos duchamos y fuimos a cenar. Durante la ruta en bici pasamos por el centro del pueblo, donde vimos que había una gran cantidad de bares de tapeo, pero que en el medio día desconocíamos. Nos tomamos unas merecidas birras, tapas y un par de buenos platos de pastas.

A continuación nos acostamos relativamente pronto, aunque dormimos muy poco ya que nos despertamos varias veces durante la noche, y una vez que nos despertamos sobre las 6 de la mañana decidimos levantarnos para continuar el viaje hacia los pirineos.

Metimos las maletas y las bicis en el coche y sobre las 6:30 continuamos la marcha hacia los pirineos. Entre las 9:30 y 10:00 de la mañana paramos en una vía de servicio a desayunar. El sitio era bastante bueno, un autoservicio con muy buena pinta. Nos tomamos un gran desayuno, lo que nos dio fuerzas para poder hacer un gran tirón y no parar hasta justo antes de abandonar España, donde paramos en una bonita y fresca fuente rodeada de montañas, a la que llegó una simpática monja que nos dijo que las aguas eran medicinales. Repostamos gasoil antes de abandonar España y continuamos el camino. Llegamos a una estación de esquí y después empezamos a bajar uno de los grandes puertos que se suben en la QH, el Portalet. Nos dimos cuenta por qué tiene tanta fama esa carrera, el recorrido es tremendamente bonito, aunque igualmente larga y dura la subida al puerto.

Después de muchas horas por carreteras serpenteadas y estrechas llegamos a nuestro destino. Para recoger las llaves tuvimos que llegarnos a la oficina de turismo que se encuentra justo enfrente del Carrefour, así que decidimos hacer una pequeña compra para comer algo. Llegamos a la residencia, comimos e inmediatamente montamos las bicis para hacer la ruta que teníamos prevista. La ruta que teníamos pensado hacer era de unos 90 km: Luz-Saint-Sauveur, Lourdes, Campan, subida al Tourmalet por esa cara y bajada por el puerto hasta Luz. Sobre la marcha decidimos hacer una ruta semiimprovisada, que al final fue la más bonita de todo el viaje. Camino de Lourdes vimos una pequeña carreterita que tenía muy buena pinta y que parecía subir bastante.

Sabíamos que subía, pero no tanto. Llegamos a la aldea que indicaba al principio, Viscos, lugar pequeño pero encantador. Preguntamos y nos dijeron que si seguíamos subiendo enlazaríamos con la carretera que sube a la estación de Luz Ardiden. Fue una preciosa subida, dura, pero como la subimos despacito y parando de vez en cuando para echarnos fotos y disfrutar del paisaje, pues no se nos hizo dura. Sobre el km 13-15 enlazamos con la carretera que sube directamente a la estación de esquí. Llegamos hasta arriba, solo nos faltaban dos o tres km para coronar el puerto, nos hicimos las respectivas fotos y bajamos directamente hasta Luz-Saint-Sauveur.

Llegamos a casa minutos antes de que anocheciera. No hicimos la ruta que teníamos planeado pero fue mejor. Pensábamos que ya no íbamos a subir el Tourmalet por la cara de Campan, pero nos dimos cuenta que la ruta planeada para el viernes subía y bajaba el puerto por las dos caras. El problema iba a ser las fuerzas…

Llegamos a casa, estiramos, nos duchamos… y nos dimos un pequeño homenaje en la terracita disfrutando de unos buenos aperitivos viendo las vistas hacia las montañas. Nos acostamos temprano porque teníamos que estar descansados y con ganas para afrontar la ruta del día siguiente.

Antes de las 9:00 nos levantamos, desayunamos y fuimos al Carrefour para terminar de hacer las compras y así tener repuestos hasta el sábado.
Sobre las 11:30 emprendimos la ruta. Para ese día teníamos planeado llegar a Laruns, el pueblo que está en la parte de abajo del Abisque. Los primeros km eran muy llevaderos, cuesta abajo, pero sobre el km 20 empezó la parte dura de la etapa. De repente empezamos a coronar el primer puerto del día, el Soulour, no muy duro al principio pero interminable, aunque muy bonito, rodeado de valles, montañas y pueblos pintorescos. Prácticamente en mitad de la subida vimos como un ciclista que iba bajando tuvo un accidente. Paramos, le preguntamos, pero al no hablar francés ni él español pues no pudimos comunicarnos, aunque a pesar de la gran caída no parecía que se había hecho mucho daño. El primer coche que pasó paró para ayudarle, aunque el hombre se levantó por sus propios pies y metieron la bici en el coche, y supongo que se dirigieron al médico u hospital.

Poco antes de llegar al km 50 coronamos el puerto, habiendo pasado previamente por una estación de esquí y un pequeño paso acompañado de túneles y un acantilado, lo cual nos dejaba unas vistas inmejorables. En la cima del puerto nos echamos las respectivas fotos, unas de ellas con unas gigantescas bicis, muy llamativas. A continuación emprendimos la bajada del Aubisque, el cual lo subiríamos después de comer. Por ese motivo no disfrutamos mucho de la bajada, porque íbamos pensando que todo eso que estábamos bajando lo teníamos que subir. La bajada se hizo interminable, y en muchas ocasiones había rampas donde la bicicleta cogía velocidades muy altas. Llegamos a Larouns y tuvimos la suerte de encontrarnos una de las muchas furgonetas que hay por los pirineos que ponen todo tipo de comida. Nos tomamos una buena ensalada y un gran bocata de filete de pollo acompañado con una salsa vinagreta muy jugosa. Justo después de comer, sobre las 15:30 iniciamos la segunda parte de la ruta, o sea, volver por donde habíamos venido. Gran parte de esta segunda mitad de la ruta era bajada, salvo los últimos 18 km que picaban para arriba. Pero lo que nuestras mentes temían verdaderamente no era esa pequeña subida, ni que se hiciera de noche, ni que nos quedáramos sin agua… sino cómo afrontar esa gran subida de casi 20 km. Nos pusimos manos a la obra, distrajimos nuestras mentes y empezamos a subir a un ritmo tranquilo pero sin pausas. Sin darnos cuentas llevábamos más de la mitad del puerto, y una vez hecho la mitad está hecho lo más duro.

En realidad no se nos hizo nada de pesado e incluso lo disfrutamos enormemente. Personalmente tenía muchas ganas de subir este puerto porque cuando lo vi en el tour de Francia de este año pensé que tenía que ser de los puertos más bonitos, y efectivamente así fue. Todo el recorrido estaba completamente rodeado de montes, valles y en muchas ocasiones nos encontrábamos animales en nuestro paso: vacas, ovejas, alpacas… y teníamos que tener cuidado porque los coches tenían que tener que parar porque normalmente estaban en medio de la carretera.

Al coronar el puerto decidimos no parar porque en la ida paramos en una de tantas fuentes que había por el camino, así que empezamos a bajar hasta llegar a la fuente. Repostamos y continuamos la marcha. Pensábamos que lo que quedaba era coser y cantar, y casi que lo fue. Afrontamos una gran bajada, la cual disfrutamos mucho, pero después tuvimos que afrontar los últimos kilómetros de subida, con poco desnivel pero constante. Poco a poco lo conseguimos y llegamos a Luz-Saint-Sauver prácticamente a la misma hora que el día anterior, pocos minutos antes de que anocheciera, con 130 km y con un desnivel de 3000 metros.

Igual que el día anterior, estiramos bien, nos duchamos y nos dimos un pequeño homenaje en la terraza de la residencia. Pero esta vez no comimos pizzas, sino pastas, ya que al día siguiente nos quedaba la etapa más dura. Después de comer nos quedamos un rato en la terraza disfrutando de la agradable temperatura y de la victoria cosechada, y sobre las 12 de la noche nos acostamos.

El viernes nos levantamos sobre las 9 de la mañana, e igual que los otros días, desayunamos y emprendimos la ruta. Para ese día teníamos planeado hacer la etapa reina: subir el Tourmalet, bajarlo, subir el Aspin, dar una vuelta circular por esa zona, bajar el Aspin, subir el Tourmalet y bajarlo.

Al levantarnos nos dimos cuentas que las piernas estaban ya pesadas, pero yo le decía a Iván que cuando lleváramos unos km de subida ya irían como nueva. Esa frase me la recordó varias veces durante esa ruta y en los días posteriores.

Desayunamos y emprendimos la salida sobre las 10:15. Nada más salir de casa nos enfrentamos a la “temida” subida del Tourmalet por la cara de Luz-Saint-Sauveur, una pequeña subidita de 20 km para ir entrando en calor. Coronamos el puerto y nos echamos las respectivas fotos con el cartel del puerto y el gran ciclista y su bicicleta que están al coronar el puerto. Después de un rato emprendimos la bajada. Igual que el día anterior, no disfrutamos mucho de la bajada porque sabíamos que después teníamos que subir todo lo bajado. Después de un rato de bajada llegamos a Compan sobre las 13:30. Estuvimos debatiendo si continuar con la ruta o emprender la subida directa por el Tourmalet. Comimos en Compan y después llegamos a la conclusión que ya que estábamos allí merecería la pena de hacer la ruta programada. A Iván no le hizo mucha gracia pero me hizo el favor de continuar con la ruta, aunque en la parte final de la ruta…

Continuamos la ruta y empezamos a subir el Aspin. Afortunadamente la subida era tendida pero con un porcentaje muy llevadero. En esos momentos estábamos contentos de haber continuado con lo planeado. Cuando quedaban unos pocos km para coronar el Aspin, el garmin me decía que teníamos que desviarnos a la derecha para coger por otra carretera, que seguramente bajaba para luego coronar el Aspin por la otra cara y luego bajarlo porque estábamos subiendo. Decidimos no hacerle caso al garmin y seguimos hasta coronar el puerto. Los últimos km si que fueron duros, con km con pendiente como los demás puertos, el 7, el 8 o el 9%. Coronamos el puerto, nos echamos las respectivas fotos y decidimos bajar para salir por donde el garmin nos indicó que nos teníamos que desviar. Pero al modificar la ruta el garmin ya no nos indicaba correctamente. Bajamos el Aspin por la otra cara. Una gran bajada, muy bonita y con una gran elevación. La disfrutamos mucho porque no pensábamos que teníamos que subirla, pero al llegar abajo del todo, al pueblo, Arreau, preguntamos que cuál era el camino más cercano para llegar a Campan, y nos dijeron que era subiendo el Aspin.

A mí se me cayó el mundo encima, pero Iván dijo que no había tiempo que perder porque se nos podía hacer de noche perfectamente, así que emprendimos la larga y dura subida el puerto. Yo no iba mal de piernas pero si iba cabreado. Iván decía que lo malo no era subir este puerto, sino el Tourmalet, y yo le decía que primero este y luego el otro. Hicimos cálculos y comprobamos que no llegábamos de noche a casa. Y si subimos a un ritmo cómodo pero constante no tendríamos problemas. Así que empezamos a subir poco a poco, kilómetro a kilómetro, y al poco tiempo ya habíamos subido más de la mitad del puerto. Y una vez hecho la mitad… Coronamos el puerto, bajamos el Aspin y poco antes de las 16:00 llegamos a Campan, donde nos tomamos un refresco y repostamos agua en una fuente. Ya “sólo” quedaba subir el Tourmalet por la cara de Campan. Por esta cara son unos 17 km, unos 2 menos que por la cara de Luz, pero los últimos km de esta cara son más duros que por la otra. Pero los primeros km son mucho más suaves.

Empezamos a subir a un buen ritmo, Iván puso música en su móvil para distraernos un poco. La subida a este puerto es muy progresiva, va de menos a más, y si encima llevábamos ya varios días de bici y casi 100 km en la ruta de hoy… Al llegar a la estación de esquí de la Mongie tuvimos que parar en un supermercado para comprarnos alguna bebida isotónica, algo para comer y periódico para afrontar la bajada puesto que estábamos empapados en sudor, aunque apenas había nada. De la Mongie hasta coronar el puerto es la parte más dura del puerto. Cada km que veíamos tenía una pendiente media del 9, del 10 o del 11%. Los últimos km se nos hicieron eternos. Aquí sí que me acordé de cuando estuvimos dudando para acortar la ruta, y en ese momento me arrepentí de “haber convencido” a Iván para continuar. Pero con coraje y poco a poco pudimos coronar el puerto, en torno a las 20:10 de la tarde. Una vez arriba nos echamos más fotos y disfrutamos de la victoria conseguida. Ahora si había valido la pena todo el esfuerzo realizado. Ahora tocaba disfrutar de la última bajada por los pirineos.

A priori el tiempo se veía muy bueno, despejado y sin frio, pero al bajar unos dos km el tiempo cambió de repente. Mucha niebla, nublado, frio e incluso lluvia. A los pocos km de empezar la ruta por la mañana me encontré un chalequito del decatlón en la cuneta. Lo cogí aunque no pensaba ponérmelo, y sin embargo me dio a última hora muy buen uso. Para soportar mejor el frio hicimos parte del descenso detrás de una caravana, para que nos cortara el aire frio, y en realidad nos ayudó mucho.
Prácticamente casi de noche llegamos a casa, después de 125 km y un desnivel acumulado de 4000 metros. Parecía mentira pero lo habíamos conseguido.
Llegamos a casa, estiramos, nos duchamos, cenamos y descansamos lo que pudimos para emprender al día siguiente el viaje a Andorra.

Sobre las 8:00 nos levantamos. Desayunamos, cargamos las bicis y maletas y emprendimos el viaje. Yo pensaba que en unas tres horas llegaríamos, pero me equivoqué en casi dos horas, ya que la última parte del viaje fue por carretera estrecha y transitada. Pero a pesar de todo llegamos al hotel sobre las 14:00. Dejamos el coche en el garaje del hotel, subimos las maletas a la habitación, nos cambiamos, bajamos al coche a por las bicis y emprendimos la ruta hacia el puerto el Collado de la Gallina para ver la vuelta ciclista a España.

A la salida de Andorra la Vella paramos en una gasolinera para comprar algo de comer y hacernos unos bocadillos mientras esperábamos que llegara Contador, Purito, Valverde y compañía. Nada más empezar a subir el puerto vemos como un hombre con un Audi Q7 nos da ánimos diciéndonos: “vamos Contadores”. Nos dijo eso porque los dos llevábamos el maillot de Contador que nos dieron en la carrera de Pinto, y el que nos animó fue el hermano de Contador, Fran Contador, a quien también conocimos el Pinto. En ese momento no pudimos hablarle porque íbamos por la carretera y él con el coche, pero al día siguiente tuvimos la suerte de encontrárnoslo y estuvimos hablando con él y echándonos unas fotos. Le pregunté que como pintaba la vuelta y me dijo que iba a ser “pan comido jajajaj”.

El Collado de la Gallina es un puerto que tiene unos 11 km y una pendiente media considerable, es un puerto duro, pero para la vuelta ciclista lo acortaron, dejándolo en unos 7 km. Subimos hasta que faltaban dos km para llegar a meta, nos quedamos en una curva donde veíamos a lo lejos y hacia abajo cómo subían los ciclistas. Fue impresionante todo lo que mueve la vuelta, una gran cantidad de motos de la guardia civil, dos helicópteros, un sinfín de coches de equipos, de organización, ambulancias… y una gran afición expectante para ver a los héroes.

Llegaron los ciclistas, Contador y Frome escapados y justo después Purito y Valverde. Poco después Frome se quedó y Contador se quedó con Purito y Valverde. Volvió a atacar, se quedó solo, y cuando parecía que nadie le podía quitar la victoria llegaron por detrás Purito y Valverde como unas motos y le arrebataron la victoria justo antes de rebasar la línea de llegada.

Una vez que pasaron todos los ciclistas bajamos el puerto y nos dirigimos hacia el hotel. Vimos como en otros hoteles estaban los autobuses de algunos equipos, y justo debajo de nuestro hotel estaban los camiones del Rabobank y del Lampre. Estuvimos viendo como lavaban y preparaban las bicis para la etapa del día siguiente. Iván y yo nos quedamos embobados viendo lo bien que lo hacían y lo ordenado que lo tenían todo. En los camiones tenían lavadoras, todas las bicis ordenadas y preparadas…
Llegamos al hotel y antes de ducharnos fuimos a la piscina a darnos un baño. Después nos duchamos, descansamos un rato y nos fuimos a ver la ciudad, la cual está llena de tiendas. Nos tomamos unas tapas y birras en un bar, luego fuimos al McDonald y luego, de camino al hotel vimos una especie de verbena en una plaza donde la gente bailaba los bailes típicos del lugar. Justo antes de llegar al hotel vimos un bingo y decidimos probar suerte. Estuvimos un ratillo pero nada… Llegamos al hotel y antes de dormirnos vimos la etapa en diferido.

Al día siguiente nos levantamos sobre las 9:30-10:00. Arreglamos las cosas, dejamos el hotel pero el coche, ya preparado con las bicis, maletas… lo dejamos en el parking del hotel para recogerlo más tarde.

Ese día salía la etapa de la vuelta de Andorra la Vella hacia Barcelona, así que no pudimos desaprovechar la ocasión y nos fuimos a la salida para ver el control de firmas. Fue una cosa que no había visto nunca, y la verdad es que me gustó mucho. Vimos prácticamente a todos los corredores pasar por delante nuestra. Le echamos fotos a muchos y también nos echamos fotos con algunos. Vimos la salida neutralizada y justo después fuimos a comer a un bufé libre llamado “Fresco”. Iván lo conoce porque es una cadena y en Sevilla hay varios. Estaba todo buenísimo, desde las ensaladas, gazpacho, pastas, carnes, pescado, natillas, yogurt y helados. Comimos bastante, lo que nos permitió estar 7,5 horas conduciendo sin parar. Salimos de Andorra sobre las 14:30 y no paramos hasta pasar Madrid, concretamente en Madridejos, sobre las 22:00.

Tuvimos suerte en el lugar que paramos ya que las carnes que había tenían muy buena pinta y la hacían en un horno de leña. Iván quería “comer bien”, tranquilos… pero debido a la hora que era y que aún nos quedaban unas 4 horas de viaje tomamos la decisión de tomarnos un bocadillo lo más rápido posible. Pero en otra ocasión pararemos con tiempo y nos comeremos una gran chuleta acompañada de un buen vino jajajajjaja.

Sobre las 3:30 llegamos a Setenil. Descargamos las bicis, dejé a Iván en su casa… y se acabó lo bueno.

Magnifico viaje, magnífica experiencia… viaje lleno de rutas de bici (unos 360 km, con un total aproximado de 10000 metros de desnivel positivo acumulado y unas 9000 calorías gastadas) pero también intercalado con turismo y con el placer de poder ver la llegada y la salida de la vuelta ciclista a España 2012.

Ya hemos realizado el “sueño” de la Bola del Mundo, los Pirineos y Andorra; ahora a planear el viaje a los Alpes, jajajajaj













Itinerarios del Viaje:


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