El
pasado sábado tuvo lugar la
III Edición de la prueba Cortes Naturaleza Extrema, donde los
marchadores teníamos que enfrentarnos a una ruta a través del monte de 35 kilómetros , con 1.200 metros de
desnivel, mientras que los ciclistas podían optar entre 60 kilómetros con 1.800 metros de
desnivel, o 70 kilómetros
y 2.000 metros
de desnivel.
Con
esta perspectiva nos encontramos los miembros del CD Artanaca-Setenil a las
7.00 de la mañana en la
Huerta Primera , dispuestos a acudir a la localidad de Cortes
de la Frontera ,
a disfrutar de esta jornada deportiva en un entorno inigualable, como es el
Parque Natural de Los Alcornocales.
A
pesar de acudir con puntualidad, entre preparativos y desayuno perdemos algo de
tiempo y alcanzamos Cortes de la
Frontera con algo de retraso sobre el horario previsto, lo
que hace aflorar los primeros nervios de la jornada; toca darse prisa en
preparar los equipos, recoger los dorsales y colocarlos, así como encaminarnos
al cajón de salida.
Con
apenas 5 minutos para saludar a conocidos con los que hemos coincidido en
alguna prueba anteriormente, los ciclistas toman la salida a las 9.30 de la
mañana dispuesto a darlo todo en esta exigente cita. Por nuestra parte, los
marchadores ya somos consciente que se aproxima nuestro momento y hacemos piña,
deseándonos suerte y con ganas de que llegue nuestro turno.
A
eso de las 09.50 de la mañana tiene lugar el esperado momento, tomamos la
salida desde el parque de las Camaretas y empezamos a trotar por las calles del
pueblo buscando rápidamente un estrecho camino de tierra que nos anuncia que la
verdadera prueba está a punto de empezar.
Como
suele ser habitual, a medida que el desnivel del camino va aumentado, como si
de una criba se tratara, la carrera va seleccionando el orden de los corredores,
consiguiendo mis compañeros colocarse en el grupo de cabeza, quedándome yo ya
en solitario. Intento aguantar el envite como puedo y consigo culminar el
primer alto de la jornada sin excesivo sufrimiento.
En
ese punto encontramos el primer avituallamiento de la jornada, donde a la vez
que ingiero líquido sin miramiento, los chavales me indican que lo próximo que
viene es un largo descenso que nos llevará hasta la ribera del rio, lo que me
hace ser optimista a corto plazo.
Inmediatamente
me sumerjo en frondoso bosque de alcornoques y encinas, que proporciona una
abundante sombra que hace que el correr, hasta ese momento al menos, siga
siendo un placer, lo que me permite disfrutar de un paisaje absolutamente
espectacular, sintiéndome como un privilegiado en esos instantes.
Así
llego al segundo punto de avituallamiento (10 kilómetros ,
aproximadamente), situado junto al rio y, tras realizar un repaso mental al
perfil de la prueba, me doy cuenta de que nos aguarda la primera subida
exigente de la jornada, ya hemos bajado suficiente. Como siempre, los
voluntarios situados en los avituallamientos y en los cruces son los encargados
de proporcionarnos la información más fiable de lo que nos aguarda. La chica
que llena los vasos me dice que viene una subida muy fuerte, sobre todo a
partir de que entremos en el cortafuegos.
Pues
sin más dilación acometo las primeras subidas, percibiendo como se va
produciendo un endurecimiento paulatino del terreno, lo que hace que ningún
corredor que va a mi alrededor se atreva siquiera a trotar. Es el momento de
andar, lo más rápido posible, y echar manos a los bastones o, como es mi caso,
a la rodilla, para tratar de obtener algo de comodidad en tan exigente subida.
Sin
prisa pero sin pausa en mi avance, alcanzo por fin el gran y temido
cortafuegos. De repente abandonamos la reconfortante sombra que nos ha
acompañado hasta ese momento para situarnos bajo un sol de justicia para tratar
de superar una subida que por momentos va aumentando. Es el momento de recurrir
a esos pequeños trucos mentales que tenemos los corredores con los que nos
“auto-engañamos”, trazándonos objetivos cortos en la subida, situados
generalmente en los cambios de rasante, deseando que la siguiente sea la
definitiva…pero seguimos avanzando y aun queda más y más pendiente en contra.
En
ese momento, la organización nos hace un guiño que arranca una sonrisa a la
mayoría de participantes, al colocar una señal de peligro, advirtiendo que en
ese lugar “el tío del mazo” anda suelto. Os aseguro que en aquella subida,
podía haber más de uno.
Continúo
con mi avance y ya empiezo a preguntarme si la bajada que vendrá a continuación
tendrá una pendiente tan pronunciada como la que venimos subiendo,
preocupándome esa duda ya que, de ser así, descender puede llegar a ser tan
penoso como subir, ya que habría que estar más atento de no tener alguna caída
que de otra cosa.
Finalmente
alcanzo la cima y creo que es el momento adecuado para, además de hidratarme
bien, dar cuenta de las frutas y pastelillos que la organización nos ofrece y
de obsequiarme con 3 ó 4 minutos de descanso, que sientan de maravilla tanto a
las piernas como a la mente.
Decido
por fin acometer la bajada y compruebo, no sin sorpresa, que empezamos el
descenso a través de un carril muy suave y en un excelente estado lo que me
anima, después de muchos kilómetros, a volver a trotar. A medida que avanzo
compruebo que los temores que tenía durante la subida sobre la posterior bajada
se esfumaban por momentos, ya que esas buenísimas condiciones se mantuvieron
durante la totalidad del descenso, lo que me permitió disfrutar muchísimo de
ese tramo que finalmente me volvió a llevar hasta el rio.
No
obstante, y a pesar de lo propicio del descenso, noto algunas molestias en los
talones que me hacen presagiar que el resto de la jornada va a ser bastante
dura. Así el tramo de unos 2
kilómetros que hacemos llaneando en paralelo al río a
través de un terreno minado de piedras me hace sufrir bastante, pero en ese
momento ya hay que darlo todo hasta llegar a meta.
En
el kilómetro 23, los voluntarios nos advierten que se avecina la segunda subida
más dura de la etapa, 5
kilómetros de ascenso, extremo este certificado por
algún compañero buen conocedor del terreno y que hace que los demás nos
resignemos ante las perspectivas que se nos avecinan.
Comienzo
a avanzar y desde el inicio voy comprobando como algunos compañeros se
atragantan con las primeras cuestas exigentes que acometemos y, que por el
misterio de este deporte, a mi me sientan mucho mejor de lo esperado. Consigo
mantener un buen ritmo de subida con el único objetivo de alcanzar la cima,
cuando poco a poco, algunos ciclistas empiezan a superarnos.
Es
el momento en que unos a otros nos damos ánimos, nos decimos que todos somos
unos campeones, que ya queda poco y que en la meta compartiremos una buena
cerveza. Intentamos animar y consolar a compañeros a los que no conocemos, pero
cuyo esfuerzo sentimos cercano, percibiendo el dolor que sufren en cada paso o
pedalada.
Sin
más novedad, me doy cuenta que la subida va tocando a su fin cuando escucho
unos ánimos a mi espalda y compruebo que se acerca el gran Francisco Romero, lo
que me proporciona una de las alegrías de la jornada. Si en ese momento de
carrera cualquier ánimo te sienta bien, que te los dirija un amigo, no tiene
precio. Durante unos metros avanzamos en paralelo intercambiando pareceres,
ánimos y nos emplazamos en la meta que ya intuimos próxima. Antes de que Romero
me deje definitivamente atrás, y sabiendo que apenas faltan 4 kilómetros para
meta, le pido que informe a mi familia de que me encuentro perfectamente y que
en breve estará el objetivo cumplido.
Tras
el último avituallamiento en lo más alto de la subida, los voluntarios me
informan que lo que queda son unos 2,5 kilómetros de
bajada por carretera y 1,5
kilómetros por un camino que me llevará casi a la meta.
Sin más me dispongo a avanzar, y compruebo que el tramo asfaltado, a pesar de
ser un descenso, me va a costar dejarlo atrás, ya que las piernas están
resentidas por el enorme esfuerzo realizado. Con mucho sufrimiento consigo
superar el alquitrán y comienzo a descender por un duro camino de piedra, muy
estrecho, que requiere toda mi atención para no acabar rodando por el suelo.
Ya
me cuesta avanzar y los talones los tengo muy dañados, cuando de repente me
encuentro con una auténtica pared que, supongo, ya me llevará a Cortes, pero
que se me antoja insuperable. Creo que sólo el saber la inminencia de la meta
me permitió superar este punto tan exigente, ya que además de las piernas, el
cerebro empieza a dar síntomas de agotamiento.
Con
muchísimo esfuerzo físico y mental consigo subir y vuelvo a entrar en el
pueblo, percibiendo que tras dejar atrás un par de calles más, el globo de meta
está ya casi a la vista. Y no sólo la visión de la meta me alegra la llegada,
los ánimos de mis hijas y su amigo Jose Antonio Cedeño me hacen sentir como si
la prueba la hubiera ganado yo. Sin dudarlo, los cojo a los tres y me los llevo
a que me acompañen en la finalización de la carrera.
Una
vez cruzada la línea de meta, mi objetivo es interesarme por los resultados de
los demás miembros de nuestro equipo. Allí me encuentro con el grandísimo
Francisco Cantalejo que me informa que él ha sido el ganador de la prueba a
pie, y que Ismael, Javi y Blas han logrado entrar entre los doce primeros
clasificados, lo que supone un auténtico éxito para nuestro Club. También me
indica que en ese momento ya habían conseguido la meta nuestros compañeros en
bicicleta Romero, Santi Porras, Juan Sánchez, Jose Luis y Juan Pedro, todos
ellos sin mayor novedad.
Mientras
disfrutamos el momento con la familia e intercambiamos pareceres con los demás
compañeros, siguen llegando el resto de Artanaca a meta, Antoñín, Rafael Durán,
Cedeño y Juan el del Vizcaino, todos dando muestras del enorme esfuerzo y de la
enorme satisfacción que supone culminar una prueba como esta.
Tras
las duchas y la comida, comienza uno de los mejores momentos del deporte, donde todos nos reunimos y procedemos a intercambiar anécdotas y
opiniones, y donde las bromas y las risas toman el relevo al esfuerzo y al
sufrimiento. En ese momento, por megafonía nos indican que nuestro compañero
Ismael tiene que recoger su trofeo, por ser el participante más joven de la
prueba, lo que hace todos lo celebremos por todo lo alto y decidimos que el CD
Artanaca-Setenil va a conseguir también el trofeo al “Club más cervecero”,
extremo este que, a pesar de nuestra persistencia, la organización no tuvo a
bien apreciar.
Sin
más volvemos a Setenil y terminamos la jornada en la Huerta Primera ,
donde seguimos disfrutando de esta magnifica jornada deportiva.
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