lunes, 28 de mayo de 2012

Cortes Naturaleza Extrema 2012 (SZamudio)


El pasado sábado tuvo lugar la III Edición de la prueba Cortes Naturaleza Extrema, donde los marchadores teníamos que enfrentarnos a una ruta a través del monte de 35 kilómetros, con 1.200 metros de desnivel, mientras que los ciclistas podían optar entre 60 kilómetros con 1.800 metros de desnivel, o 70 kilómetros y 2.000 metros de desnivel.
Con esta perspectiva nos encontramos los miembros del CD Artanaca-Setenil a las 7.00 de la mañana en la Huerta Primera, dispuestos a acudir a la localidad de Cortes de la Frontera, a disfrutar de esta jornada deportiva en un entorno inigualable, como es el Parque Natural de Los Alcornocales.


A pesar de acudir con puntualidad, entre preparativos y desayuno perdemos algo de tiempo y alcanzamos Cortes de la Frontera con algo de retraso sobre el horario previsto, lo que hace aflorar los primeros nervios de la jornada; toca darse prisa en preparar los equipos, recoger los dorsales y colocarlos, así como encaminarnos al cajón de salida.
Con apenas 5 minutos para saludar a conocidos con los que hemos coincidido en alguna prueba anteriormente, los ciclistas toman la salida a las 9.30 de la mañana dispuesto a darlo todo en esta exigente cita. Por nuestra parte, los marchadores ya somos consciente que se aproxima nuestro momento y hacemos piña, deseándonos suerte y con ganas de que llegue nuestro turno.
A eso de las 09.50 de la mañana tiene lugar el esperado momento, tomamos la salida desde el parque de las Camaretas y empezamos a trotar por las calles del pueblo buscando rápidamente un estrecho camino de tierra que nos anuncia que la verdadera prueba está a punto de empezar.
Como suele ser habitual, a medida que el desnivel del camino va aumentado, como si de una criba se tratara, la carrera va seleccionando el orden de los corredores, consiguiendo mis compañeros colocarse en el grupo de cabeza, quedándome yo ya en solitario. Intento aguantar el envite como puedo y consigo culminar el primer alto de la jornada sin excesivo sufrimiento.


En ese punto encontramos el primer avituallamiento de la jornada, donde a la vez que ingiero líquido sin miramiento, los chavales me indican que lo próximo que viene es un largo descenso que nos llevará hasta la ribera del rio, lo que me hace ser optimista a corto plazo.
Inmediatamente me sumerjo en frondoso bosque de alcornoques y encinas, que proporciona una abundante sombra que hace que el correr, hasta ese momento al menos, siga siendo un placer, lo que me permite disfrutar de un paisaje absolutamente espectacular, sintiéndome como un privilegiado en esos instantes.
Así llego al segundo punto de avituallamiento (10 kilómetros, aproximadamente), situado junto al rio y, tras realizar un repaso mental al perfil de la prueba, me doy cuenta de que nos aguarda la primera subida exigente de la jornada, ya hemos bajado suficiente. Como siempre, los voluntarios situados en los avituallamientos y en los cruces son los encargados de proporcionarnos la información más fiable de lo que nos aguarda. La chica que llena los vasos me dice que viene una subida muy fuerte, sobre todo a partir de que entremos en el cortafuegos.
Pues sin más dilación acometo las primeras subidas, percibiendo como se va produciendo un endurecimiento paulatino del terreno, lo que hace que ningún corredor que va a mi alrededor se atreva siquiera a trotar. Es el momento de andar, lo más rápido posible, y echar manos a los bastones o, como es mi caso, a la rodilla, para tratar de obtener algo de comodidad en tan exigente subida.
Sin prisa pero sin pausa en mi avance, alcanzo por fin el gran y temido cortafuegos. De repente abandonamos la reconfortante sombra que nos ha acompañado hasta ese momento para situarnos bajo un sol de justicia para tratar de superar una subida que por momentos va aumentando. Es el momento de recurrir a esos pequeños trucos mentales que tenemos los corredores con los que nos “auto-engañamos”, trazándonos objetivos cortos en la subida, situados generalmente en los cambios de rasante, deseando que la siguiente sea la definitiva…pero seguimos avanzando y aun queda más y más pendiente en contra.
En ese momento, la organización nos hace un guiño que arranca una sonrisa a la mayoría de participantes, al colocar una señal de peligro, advirtiendo que en ese lugar “el tío del mazo” anda suelto. Os aseguro que en aquella subida, podía haber más de uno.


Continúo con mi avance y ya empiezo a preguntarme si la bajada que vendrá a continuación tendrá una pendiente tan pronunciada como la que venimos subiendo, preocupándome esa duda ya que, de ser así, descender puede llegar a ser tan penoso como subir, ya que habría que estar más atento de no tener alguna caída que de otra cosa.
Finalmente alcanzo la cima y creo que es el momento adecuado para, además de hidratarme bien, dar cuenta de las frutas y pastelillos que la organización nos ofrece y de obsequiarme con 3 ó 4 minutos de descanso, que sientan de maravilla tanto a las piernas como a la mente.
Decido por fin acometer la bajada y compruebo, no sin sorpresa, que empezamos el descenso a través de un carril muy suave y en un excelente estado lo que me anima, después de muchos kilómetros, a volver a trotar. A medida que avanzo compruebo que los temores que tenía durante la subida sobre la posterior bajada se esfumaban por momentos, ya que esas buenísimas condiciones se mantuvieron durante la totalidad del descenso, lo que me permitió disfrutar muchísimo de ese tramo que finalmente me volvió a llevar hasta el rio.
No obstante, y a pesar de lo propicio del descenso, noto algunas molestias en los talones que me hacen presagiar que el resto de la jornada va a ser bastante dura. Así el tramo de unos 2 kilómetros que hacemos llaneando en paralelo al río a través de un terreno minado de piedras me hace sufrir bastante, pero en ese momento ya hay que darlo todo hasta llegar a meta.
En el kilómetro 23, los voluntarios nos advierten que se avecina la segunda subida más dura de la etapa, 5 kilómetros de ascenso, extremo este certificado por algún compañero buen conocedor del terreno y que hace que los demás nos resignemos ante las perspectivas que se nos avecinan.
Comienzo a avanzar y desde el inicio voy comprobando como algunos compañeros se atragantan con las primeras cuestas exigentes que acometemos y, que por el misterio de este deporte, a mi me sientan mucho mejor de lo esperado. Consigo mantener un buen ritmo de subida con el único objetivo de alcanzar la cima, cuando poco a poco, algunos ciclistas empiezan a superarnos.
Es el momento en que unos a otros nos damos ánimos, nos decimos que todos somos unos campeones, que ya queda poco y que en la meta compartiremos una buena cerveza. Intentamos animar y consolar a compañeros a los que no conocemos, pero cuyo esfuerzo sentimos cercano, percibiendo el dolor que sufren en cada paso o pedalada.
Sin más novedad, me doy cuenta que la subida va tocando a su fin cuando escucho unos ánimos a mi espalda y compruebo que se acerca el gran Francisco Romero, lo que me proporciona una de las alegrías de la jornada. Si en ese momento de carrera cualquier ánimo te sienta bien, que te los dirija un amigo, no tiene precio. Durante unos metros avanzamos en paralelo intercambiando pareceres, ánimos y nos emplazamos en la meta que ya intuimos próxima. Antes de que Romero me deje definitivamente atrás, y sabiendo que apenas faltan 4 kilómetros para meta, le pido que informe a mi familia de que me encuentro perfectamente y que en breve estará el objetivo cumplido.
Tras el último avituallamiento en lo más alto de la subida, los voluntarios me informan que lo que queda son unos 2,5 kilómetros de bajada por carretera y 1,5 kilómetros por un camino que me llevará casi a la meta. Sin más me dispongo a avanzar, y compruebo que el tramo asfaltado, a pesar de ser un descenso, me va a costar dejarlo atrás, ya que las piernas están resentidas por el enorme esfuerzo realizado. Con mucho sufrimiento consigo superar el alquitrán y comienzo a descender por un duro camino de piedra, muy estrecho, que requiere toda mi atención para no acabar rodando por el suelo.
Ya me cuesta avanzar y los talones los tengo muy dañados, cuando de repente me encuentro con una auténtica pared que, supongo, ya me llevará a Cortes, pero que se me antoja insuperable. Creo que sólo el saber la inminencia de la meta me permitió superar este punto tan exigente, ya que además de las piernas, el cerebro empieza a dar síntomas de agotamiento.
Con muchísimo esfuerzo físico y mental consigo subir y vuelvo a entrar en el pueblo, percibiendo que tras dejar atrás un par de calles más, el globo de meta está ya casi a la vista. Y no sólo la visión de la meta me alegra la llegada, los ánimos de mis hijas y su amigo Jose Antonio Cedeño me hacen sentir como si la prueba la hubiera ganado yo. Sin dudarlo, los cojo a los tres y me los llevo a que me acompañen en la finalización de la carrera.


Una vez cruzada la línea de meta, mi objetivo es interesarme por los resultados de los demás miembros de nuestro equipo. Allí me encuentro con el grandísimo Francisco Cantalejo que me informa que él ha sido el ganador de la prueba a pie, y que Ismael, Javi y Blas han logrado entrar entre los doce primeros clasificados, lo que supone un auténtico éxito para nuestro Club. También me indica que en ese momento ya habían conseguido la meta nuestros compañeros en bicicleta Romero, Santi Porras, Juan Sánchez, Jose Luis y Juan Pedro, todos ellos sin mayor novedad.
Mientras disfrutamos el momento con la familia e intercambiamos pareceres con los demás compañeros, siguen llegando el resto de Artanaca a meta, Antoñín, Rafael Durán, Cedeño y Juan el del Vizcaino, todos dando muestras del enorme esfuerzo y de la enorme satisfacción que supone culminar una prueba como esta.


Tras las duchas y la comida, comienza uno de los mejores momentos del deporte, donde todos nos reunimos y procedemos a intercambiar anécdotas y opiniones, y donde las bromas y las risas toman el relevo al esfuerzo y al sufrimiento. En ese momento, por megafonía nos indican que nuestro compañero Ismael tiene que recoger su trofeo, por ser el participante más joven de la prueba, lo que hace todos lo celebremos por todo lo alto y decidimos que el CD Artanaca-Setenil va a conseguir también el trofeo al “Club más cervecero”, extremo este que, a pesar de nuestra persistencia, la organización no tuvo a bien apreciar.
Sin más volvemos a Setenil y terminamos la jornada en la Huerta Primera, donde seguimos disfrutando de esta magnifica jornada deportiva.





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