El pasado sábado tres Artanaca
nos desplazamos hasta la Sierra de las Nieves, a participar en la Carrera
Nocturna que organiza el Club Ciclista de El Burgo, que planteó una carrera de
montaña que discurrió por 23 kilómetros de entorno absolutamente maravilloso y
que supone una de las pocas citas que los corredores de montaña tenemos en
nuestra zona durante el verano. Allí nos desplazamos, Cedeño y Pedrito, además
de mi mismo, con ganas de hacer un poco de deporte y pasarlo bien.
No obstante la jornada empezó con
un poco de intriga, ya que Pedro, a eso del mediodía, me envío un wasap
comunicándome que había decidido no viajar, que se encontraba regular, habiendo
llegado incluso a tener fiebre durante buena parte de la jornada. Por mi parte,
le invito a acompañarnos a El Burgo, aunque sea de mero espectador, ya que
teníamos los planes hechos con tanto tiempo de antelación, y quedamos en mi
casa sobre las 7,45 de la tarde para comenzar nuestro desplazamiento.
Y de forma puntual, veo como
llega Pedro, con su mochila a cuestas, dispuesto a participar en la carrera,
ignorando las molestias que había tenido durante toda la mañana y con ganas de
volver a la competición. Sin más nos dirigimos a la casa de Javi Camacho a
recoger un frontal, y a recoger a Cedeño y poner rumbo, de una vez, hacia El
Burgo.
El desplazamiento lo llevamos a
cabo, como no puede ser de otra forma, entre bromas, risas y el recuerdo de
alguna anécdota de citas anteriores, alcanzando nuestro destino casi sin darnos
cuenta. Una vez aparcado el coche, damos una vuelta por el pueblo y comprobamos
que existe un gran ambiente, no sólo por la celebración de la Nocturna, sino porque
esta coincide con la Romería de la Virgen de las Nieves.
Tras la recogida de los dorsales
nos vamos al coche a cambiarnos, dirigiéndonos después hacia la línea de
salida, donde percibimos que hay una magnifica participación, ya que al ser de
las pocas pruebas de montaña que hay en verano, son numerosos los que han
acudido a esta cita, más con afán de “quitarse el mono” de competir, que otra
cosa.
Apenas han dado las 10 de la
noche, tomamos la salida, comenzando a trotar hacia la salida del pueblo, tomando
unos 300 metros de la carretera que se dirige hacia Yunquera. Justo en este
punto nos desviamos hacia la derecha, donde tomamos un carril que discurre
paralelo al rio. Ya en este punto Cedeño ha cogido un buen ritmo y se adelanta,
mientras Pedro y yo avanzamos de una forma más tranquila, mientras comentamos
el magnífico entorno por el que avanzábamos (bueno, más que verlo lo intuíamos,
ya que tampoco es que los frontales dieran mucha luz, jejejeje).
El camino que hemos comenzado es
bastante ancho, apena tiene baches, siendo más que adecuado para el desarrollo
de una prueba nocturna de esta naturaleza. Poco a poco el terreno se inclina,
aunque tampoco demasiado, lo que permite a la mayoría de los participantes
continuar trotando de una manera mas que agradable.
Así nos plantamos en el kilómetro
7, habiéndose estirado el grupo de manera más que suficiente, cuando me llevo
el sobresalto de la jornada…de repente Pedro pega un traspié que da con sus
huesos en el suelo. A pesar de que el terreno, como he dicho, estaba bastante
bien, no podemos ignorar que vamos avanzando por carriles, con una iluminación
bastante pobre.
Inmediatamente se levanta
diciendo que se encuentra bien, que no ha pasado nada, aunque en la rodilla se
ha dado un buen golpe del que comienza a salir sangre. Le doy un poco de agua
para limpiarse, y tras los primeros momentos, me confirma que no ha sido nada y
que se encuentra bien, así que continuamos avanzando hasta que alcanzamos el
primer punto de avituallamiento, donde nos hidratamos de manera suficiente y
nos tomamos algo de fruta.
Continuamos avanzando hasta que,
sobre el km 8,5 comienza a endurecerse el terreno, ya que comenzamos a afrontar
el Puerto de la Mujer, única pero bastante exigente subida de la jornada. Sin
dudarlo, decidimos proseguir caminando, pero a buen ritmo y casi sin darnos
cuenta alcanzamos la cima (km 10,5), donde decidimos que es el momento de
volver a trotar.
El terreno en este punto se
mantiene igual de idóneo que antes, comenzando un suave descenso que, según
comenta algún compañero, nos llevará de vuelta a El Burgo. Pero apenas hemos
avanzado unos tres kilómetros, a Pedro le pasa factura las condiciones de salud
en las que ha acudido a esta carrera. Los gemelos dan un ultimátum y tenemos
que parar.
Aunque el insiste en que yo
continúe en solitario, es algo que de inmediato descarto y le digo que en meta
entraremos juntos, sea como sea. Así emprendemos nuestra marcha, ahora
caminando, mientras son numerosos los participantes que nos rebasan, aunque
nosotros nos centramos en disfrutar del magnífico entorno por el que estamos
atravesando.
En el kilómetro 16 encontramos el
último avituallamiento, donde, como es habitual, nos paramos un par de minutos
para beber y comer lo que allí ofrecen, y comentar algunos extremos de la
jornada con los voluntarios y algún compañero que va llegando a ese punto. Ahí
nos dicen que restan unos 3 kilómetros a meta, lo que me causa cierta
extrañeza, ya que se anunciaba que serían unos 23.
Retomamos nuestra marcha mientras
seguimos haciendo nuestros cálculos, subiendo ahora una trocha de piedra de
apenas 400 metros, con un firme más que regular, pero que al ser muy empinada
no hay más remedio que afrontarla andando.
Una vez culminamos el cerro, ya
podemos ver a cierta distancia el casco urbano de El Burgo, antojándoseme la
referencia que nos habían dado en el avituallamiento aún como exagerada.
Supongo que en apenas 1,5 o 2 kilómetros estaríamos en meta.
Dejamos por fin atrás los eternos
pinares de la Sierra de las Nieves y comenzamos a descender atravesando un
olivar que nos lleva directamente a la entrada del pueblo. Allí recibimos las
indicaciones del personal de Protección Civil y tomamos las primeras calles de
la localidad, llegando a la meta en apenas unos minutos.
Allí nos encontramos con Cedeño
que ya hacía rato que había alcanzado la meta y nos felicitamos por haber
conseguido finalizar sin mayor novedad. Tras esto el recorrido de siempre: la
ducha y la cena que regalaba la organización, que nos supo a gloria.
Emprendimos el camino de vuelta y
nos acercamos a la Terraza Mandalá a premiarnos con una copichuela, que, sin
duda, nos la habíamos ganado, jejejeje.
En mi opinión la Carrera Nocturna
de El Burgo es una excelente cita veraniega para los deportistas de montaña, ya
que discurre por unos parajes únicos y por unos caminos más que idóneos para la
carrera (a pesar de sufrir alguna que otra caída, como la de Pedro). No
obstante, considero que la presencia de voluntarios fue escasa, ya que
discurrieron muchísimos kilómetros en solitario, y si cualquier corredor
hubiera sufrido algún percance, no hubiera podido obtener ayuda. Además, creo
que sería interesante, para otro año, procurar hacer coincidir la prueba con
algún fin de semana de luna llena, para disfrutar de la Sierra de las Nieves en
todo su esplendor.